UN INTERÉS QUE CRECE: VOLVER A LAS MANOS
Mientras el día avanza entre pantallas, tareas urgentes y agendas apretadas, crece el deseo de actividades que obliguen a desacelerar. La cerámica aparece como un contrapunto perfecto: es lenta, táctil, concreta y no admite apuros.
En La Plata, hay un taller que funciona en una casa antigua que fue reconvertida y hoy se vuelve el lugar elegido para quienes andan buscando cambios en sus vidas. En el estudio de Laura Ganado conviven cerámica, música, pintura y distintas propuestas artísticas. Los profesores, acompañan, brindan materiales y técnicas básicas, y cada persona desarrolla sus piezas a su propio ritmo, sin consignas rígidas ni plazos de entrega. Esa libertad es gran parte del atractivo.
El taller de Laura, ubicado en 13 entre 38 y 39, funciona dentro de una casona que hoy aloja diferentes expresiones creativas. Allí, Laura y un equipo de 18 personas sostienen un espacio donde conviven niños, jóvenes y adultos que trabajan en mesas compartidas, cada uno inmerso en su proyecto.
Los encuentros duran dos horas semanales y tienen una modalidad semidirigida. “Si alguien llega sin experiencia, le mostramos las técnicas básicas. Después cada uno va trabajando en su proyecto, consultando, mejorando, probando”, explica Laura. Esa combinación de libertad y acompañamiento genera un clima ameno que invita a quedarse.
LA ARCILLA COMO MOMENTO DE ALIVIO
La mayoría llega al taller buscando un respiro. “Uno ve que vienen ansiosas por seguir la pieza. Le ponen mucho amor. Después terminan llevando cosas hermosas a sus casas o para regalar”, cuenta Laura.
Pero lo que más observa es el cambio de ritmo: “Es una desconexión de lo que pasa todos los días. Esas dos horas entran en sus piezas, en sus cosas. La mayoría trabaja con computadoras o con gente todo el tiempo. Esto les baja un poco la cabeza”. La arcilla, húmeda y maleable, responde a la presión de los dedos y exige atención plena. Esa concentración suave, sin exigencias, logra apartar el ruido exterior. Muchos alumnos coinciden: hacer cerámica es “una oportunidad de conectarte con otra parte de vos”.
El proceso es; amasar, modelar, secar, lijar, esmaltar, hornear y obliga a respetar tiempos propios y a aceptar que las piezas pueden fallar, caerse o transformarse. Es paciente y casi meditativo. En cada paso hay una pausa, y en esas pausas aparece la conexión interna: respirar distinto, pensar distinto, volver a mirar. El taller puede encontrarse en redes como @lauraganceramica, donde se ven piezas terminadas, momentos de clase y la comunidad que crece alrededor del espacio.
En un contexto donde cada vez más personas buscan actividades que equilibren la vida cotidiana, la cerámica se vuelve una respuesta simple y profunda: un lugar donde las manos trabajan, la mente descansa y, de a poco, aparece una forma que antes no existía.